jueves, 28 de enero de 2010

La Palabra y el Poder

Por: Gabino Martínez Guzman


El poder político es la máxima autoridad de un Estado, tiene ejército, policías, una multitud de burócratas, intelectuales orgánicos, prensa, televisión, etc.; en fin, es un poder muy poderoso, perdonando el pleonasmo.


Sin embargo, le tiene miedo a la palabra, a la crítica. Al intelectual disidente que difiere de la política oficial, le cierran todos los espacios, lo satanizan, lo destierran y en algunos casos hasta lo asesinan.

¿Por qué se da este fenómeno? Son de las cuestiones que jamás me he podido explicar. La verdad no le hace daño a nadie; si el que difiere de la verdad oficial está equivocado, que se discuta, que surja la polémica y de ella nacerá la verdad o el rumbo más adecuado para la sociedad.

Cuando el Gobierno no permite la libertad de expresión, surge el rumor que es más nocivo que la mentira o la verdad. Pero todavía hay algo peor que el rumor, el halago desmesurado; cuando el príncipe paga a una cuadrilla de halagadores no sabe el mal que se está haciendo. El halago le altera su visión de la realidad y algunos hasta se enloquecen.

El príncipe a pesar que personifica el poder, no se atreve a caminar solo por las calles, requiere que lo acompañe una escolta de mercenarios cuyo oficio es matar. Así son nuestros amados gobernantes. En teoría son los representantes del pueblo, pero en la realidad le tienen miedo al pueblo, por ello, se apartan de él y el enjambre de lambiscones le crean una valla de gentes o de silencio y mentiras a su alrededor, que le es imposible conocer lo que el pueblo siente y piensa. Así es la usanza del poder, y así como no hay poder sin resistencia, tampoco hay poder sin lambiscones. Es más factible encontrar miel sin moscas, que poder sin aduladores.

Todos sabemos que el poder no es una silla, es una relación de fuerzas, y por lo tanto, no se detenta, se ejerce. Quizá el poder le teme a la palabra porque “la verdadera batalla por el poder ya no pasa por las armas sino por el saber” (M. Foucault).

La ciencia y la tecnología es el campo del intelectual, del científico. Ellos realizan los inventos e innovaciones de artefactos y procesos que cambian la realidad. Quien tiene las mejores armas, puede tener el control o la hegemonía del mundo. Las armas más destructivas salen de los laboratorios de los científicos. De ahí la importancia del intelectual y de los centros de investigación y la educación.

En la economía sucede otro tanto, el internet y toda la secuela de procesos y artefactos que se han inventado impactaron a la economía al igual que la invención de la máquina de vapor y el ferrocarril en el siglo XIX. La biotecnología que está en su despunte, abre perspectivas inimaginables en todos los campos de la economía, en la agricultura, en el área de la salud y de la vida. Es asombroso y espeluznante asomarse a las posibles innovaciones que están en camino y que podrán cambiar al hombre y prolongarle la vida.

La palabra transmitida a través de la televisión, con las técnicas psicológicas ad-doc, mueven a la gente como si fuera un rebaño. La TV y la psicología son producto del intelecto humano. George Orwell y Aldous Husley se quedaron cortos con sus predicciones en sus respectivos libros: “1984” y “El mundo feliz”.

Lo esencial del hombre es su facultad creativa, prohibir la libre expresión del pensamiento es como encerrar la llamarada. La censura es la mejor forma de arruinar a un pueblo, de hacerle el peor de los daños.

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