lunes, 5 de julio de 2010

ODA A GONZALINAS

EL ANIMA PETISIMA

(anónimo).



En un caserón ruinoso

de Durango en un lugar,

vivía Alejandro Gonzales

payaso de profesión.



Hace tiempo que padece

hambre voraz y canina

y por eso está que trina

contra su suerte fatal.



Es borracho y lujurioso

y comer es su gran vicio

pero anda mal del oficio

que ni para comer le da.



Cuatro tablas dos petates

un bacín roto de barro

cuatro cazuelas y un jarro

son de su casa el ajuar.



Su mujer y sus hijuelos

macilentos y estragados,

miran con miedo al pelado

grandulón y macetón.



Con los pelos encrespados

desorbitados los ojos

Alejandro está que trina

porque lo matan los piojos.



Pone en su obesa consorte

su penetrante mirada

con voz tronante y levantada

de esta manera le habló.



Es preciso que ya cese

está situación terrible

vivir así no es posible

Harto estoy de padecer.



Me ocurre feliz idea

que desde luego te explico

esta noche me hago rico

o perezco en la función.



Escucha y no me repliques

mi suerte está decidida

el porvenir de mi vida

depende de esta ocasión.



Tu sabes que en esta tierra

entre las gentes de seso

cuentan de cierto suceso

que ha causado sensación.



Se dice, pues, que de noche

al sonar las doce en punto

sale a penar un difunto

por las puertas del panteón.



Que las gentes que lo ven

huyen a carrera abierta,

todos le cierran la puerta

encomendándose a Dios.



Esto lo aseguran todos

y mi compadre Cheyene

me ha jurado por su fe

que también al muerto vio



y me aseguran que el muerto

tiene la plata enterrada

y busca gente templada

con quien poderse arreglar.



Pues yo me siento con bríos

para hablarle al mismo diablo

y a este muerto yo le hablo

aunque me muera después.



Por Dios Alejandro, dijo,

su mujer muy afligida

no juegues así la vida

deja los muertos en paz.



No mujer, no retrocedo

es una cosa resuelta

y al punto se dio vuelta

y salió para el panteón.



La silueta de Alejandro

apenas si se vislumbra

en la obscuridad nocturna

está llegando al panteón.



Allí con mortal congoja

la hora fatal aguarda

hora que tal vez no tarda

en sonar en el reloj.



Por fin de repente suenan

doce lentas campanadas

y al pobre de Gonzalinas

se le arrugan las gonadas.



De repente y sin chirriar

las puertas del panteón se abren

y al pobre de Gonzalinas

le dan ganas de surrar.



Sale el fantasma enlutado

con un velo en la cabeza

y engarrotado su falo.



Alejandro, de espanto yerto

y erizado su cabello

con agitado resuello

corre tras de la visión.



Y haciendo un supremo esfuerzo

cual si jugara la vida

con voz despavorida

de esta manera le habló:



En nombre de Dios te pido

que me digas lo que buscas

si penas entre las llamas

o vives aquí entre nos.



Que buscas en estos sitios

donde a los vivos espantas

si tienes talegas, dime

cuantas me podrías dar.



"Me llamo Perico Zurraz

dijo el fantasma en secreto

fui en la tierra buen sujeto

y muy puto mientras viví.



Ando ahora aquí penando

en busca de algún profano

que con la fuerza del ano

me arremangue el mirasol.



El favor que yo te pido

es un favor muy sencillo

que me prestes el fundillo

tras del que ando feroz.



Las talegas que tú buscas

aquí las traigo colgando

ya te las iré dando

mientras meto mi tizón.



Alejandro no chisto, pues quedó

paralizado, lo que aprovecho

el fantasma para bajarle el sudario



Y en aquella posición

sucedió lo sucedido

y ahora Alejandro tiene

todo el ano adolorido.



De talegas ni sus luces,

solo las luces que vio

cuando el malvado fantasma

la virginidad le quitó



Desde entonces Gonzalinas

hizo un pacto con el diablo

y con toda la pasión, que

le da su mala fe, se fue

para el PT en busca de mas talegas.



El fantasma fornicario

nada tenia de difunto

era el malvado Cheyene

que volvió a Gonzalo puto.



Gonzalo anda muy nervioso

y actuando con disimulo

al ver llegar al Cheyene

se pone un tapón en el culo.