EL PUEBLO SÍ
TIENE MEMORÍA, PERO NO TIENE HUEVOS NI
DIGNIDAD.
Gabino
Martínez Guzmán
Cuando en 1993 se iba a
firmar el Tratado de Libre Comercio, toda una jauría de comentaristas y
articulistas, afirmaban que al fin México iba a ingresar a la modernidad y que
la pobreza se menguaría. ¿Y qué pasó? Todos sabemos que con el TLC salimos
apaleados, sobre todo el campo.
Cuando se remataron todas
las empresas del Estado Mexicano se dejo en claro que era para mejorar el nivel
de vida de los mexicanos. Recuerde usted únicamente la venta de Teléfonos de
México. Nos aseguraban que era para mejorar el servicio y bajar las tarifas. Esa
empresa fue regalada a Carlos Slim y a su socio Carlos Salinas de Gortari. La
privatización de esa empresa no mejoró
el servicio ni las tarifas bajaron, el único
logro que obtuvimos fue el orgullo de saber que Carlos Slim es uno de los hombre más
ricos del mundo. Y algo similar sucedió con los yacimientos mineros de cobre y
con la industria siderúrgica.
Hoy los vende patria en coro nos aseguran que con la reforma
energética viviremos mejor, cuando la verdad es que están entregando el corazón
de la patria a los Estados Unidos y sus socios imperialistas. En el siglo XIX
nos quitaron la mitad del territorio con una invasión, hoy nos están quitando
el resto y sin invadirnos materialmente. Hoy fue la invasión gradual tanto del
capital extranjero, como de las empresas comerciales e industriales.
Hoy los dueños del México
son los Estados Unidos y el pueblo será un simple sirviente, un trabajador
legal, pero con las nalgas mojadas.
La privatización de la
industria energética, la podemos comparar como el hecho de que un extraño llega
a un hogar mexicano, amarra al padre de familia, viola a la esposa, a los hijas
y el padre de familia se quede muy horondo viendo un partido de futbol. ¿Qué
pensará la esposa? ¿qué pensarán los hijos de su padre? Lo menos que puedan
sentir que ese ser no es hombre que es peor que una basura.
De aquí en adelante todas
las penurias que vayamos a pasar serán algo bien merecido; porque no tuvimos
pantalones para defender lo que un hombre está obligado a defender bajo
cualquier circunstancia y al costo que sea: Honor y dignidad.