Por: Gabino Martínez Guzmán
Estamos aterrados. Primero nos invadió el miedo y después el terror. Claro, al principio fueron unos cuantos muertos por aquí y por allá, después fueron personas asesinadas con saña, eran descuartizados, descabezados. Si a mí me dan un balazo en el corazón muero al instante, no hay sufrimiento. Pero si me cortan un brazo, después otro, luego una pierna, todo ello me produciría un dolor indescriptible, incluso pienso que el cerebro sería incapaz de registrarlo y soportar.
Nadie lo quiere decir en voz alta, pero desde que llegó Ismael al gobierno, llegó la muerte. Todos murmuran ese hecho, pero nadie se atreve a decirlo abiertamente, quizá porque también hay una circunstancia que lo impide. Todos los medios de comunicación están contratados por Ismael, no le publican a usted una sola palabra que lleve un insulto o crítica para el gobernador y su pandilla. Jamás Durango había vivido la opresión total que está padeciendo.
Durango sufre una dictadura como la que tuvo Sudamérica en el siglo pasado, Alemania con Hitler o España con Franco. Una cerrazón aterradora y la muerte acompañada de secuestros.
Hubo un hombre que se atrevió a denunciar que Ismael está coludido de cabo a rabo, pero tuvo que hacerlo en una revista nacional. Aquí nadie hubiera publicado esa denuncia, que es un secreto a voces. Pero en lugar que los ciudadanos le manifestaran su apoyo en alguna forma porque tuvo los cojones de desafiar el miedo y la muerte, todos callamos.
Y ese silencio es precisamente lo que hace que el terror y las muertes persistan en este Estado.
Yo no soy nadie, soy una sola voz de una sola persona, pero le doy todo mi apoyo al valiente de Rosas Aispuro. Hago mía su denuncia y mi apoyo no solo es verbal o escrito, hacemos lo que él quiera que hagamos.
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