miércoles, 18 de mayo de 2011

EL RELEVO DE LAS GENERACIONES




Por Gabino Martínez Guzmán



A principios del milenio, en Durango una generación fue rebasada por la que le antecedía. La conducción del destino de nuestro estado, para bien o para mal, ha pasado de unas manos a otras.

Mi generación fue una generación perdida. Ni en el mundo de los negocios, la cultura o la política surgieron tipos que se convirtieran en conductores de la sociedad. Fuimos del montón. Fuimos una masa anónima, pura mediania. Pero ya ni llorar en bueno.

En la política la generación que antecedía a la mía se mantuvo en el poder desde 1968 hasta 2004. En este año una nueva generación llego al poder, no era la que antecedía a la del 68-74, sino era la que venía atrás de nosotros. La generación de 68-74 se inquistó en el poder político más de lo normal, de tal forma que cuando envejeció, ya nosotros éramos también viejos y la generación que venía atrás de nosotros nos brincó y se apoderó de los espacios de poder económico y político. Nosotros ya somos el pasado“, ya somos el olvido que seremos”.

La generación que venía adelante a la nuestra no quiso pasarnos el timón y nosotros no tuvimos la inteligencia y las agallas suficientes para quitárselo. Hoy somos rebasados, y ello nos causa cierto coraje y nostalgia, pero no tenemos más remedio que resignarnos. Ya somos unos corredores cansados y la juventud, la vanguardia de la sociedad nos rebasó y en lugar de enojarnos debemos ayudarles para que se realicen. Si ya no tenemos fuerzas para sostener el timón, hay que dejar que los que traen vigor y vitalidad cumplan con su destino.

Cada generación trae su ritmo y su tiempo. La nuestra ya es mas ayer que mañana, estamos en la penumbra del ocaso. Ellos son la aurora de un nuevo día y traen su propio tiempo y su ritmo.

Quizá nos parezca que traen ganas de todo y por ello actúan atropelladamente. Pero en cierto sentido somos responsables de su formación o malformación. Pero creo que en el caso ha influido mucho en este actuar desesperado, la revolución científica y tecnológica en que estamos inmersos. En estos tiempos la vida se vive como una ráfaga de pasiones, todo pasa a gran velocidad. Ellos tren otro ritmo, hay que entenderlo y ayudarlos para que no quemen inútilmente su vida y su tiempo, pues algunas veces pienso que son un pasión sin rumbo, como esos “cohetes chifladores”.

De mi generación, quizá, en la cultura destacaron un poco Evodio Escalante y Carlos Ornelas. En lo político apenas se columbran las figuras de Sergio González Santacruz y Emiliano Hernández Camargo, pero siempre en segunda fila. El primero ya se fue y el segundo ya es solo el surrón, ya es mas noche que día.

De la generación de vanguardia solo se están destacando en la política y en el mundo de los negocios, pero en el ámbito de la cultura no ha descollado nadie, o al menos todavía no asoma la cabeza. Hay muchos productores de basura, pero no han producido ni una sola obra bella o vigorosa. El que va a hacer, desde chico se les ven los espolones; porque espina que no pincha al nacer, no picará jamás. En el campo de la ciencia y la poesía se empieza temprano de tal forma que de los 25 a los 30 años ya se encuentra en el cénit de su ciclo creativo. Lo mismo sucede con las ciencias físicas y naturales. En las ciencias sociales y humanistas se despeja, entre los 40 y 50 años. Al respecto recuerdo una anécdota de Bernard Shaw. Decía este señor que en el arte de la novela como en el amor, si no te enamoras a los 40 años, es mejor que ya no lo hagas. Un literato que no escribe una novela a los 40 años ya no las escribirá jamás. Solo Chalres Bukowski empezó a los 50 años de edad, pero aunque es un escritor cuya critica social es demoniaca, su obra artística en conjunto no sobresale por su valor artístico literario.

Quizá me desvié un poco, pero así veo la nueva generación. Son un hervidero de pasiones. Y las ansias de poder los hace obrar arrebatadamente, pues se quieren comer al mundo a puños. No cuidan las formas ni los tiempos. Cada generación trae su ritmo y la de vanguardia es como una ráfaga de viento huracanado, desplazan y destruyen, pero no construyen nada duradero, su obras son como las flores, que solo duran una primavera.

Con nostalgia recuerdo el año de 1966, especialmente el movimiento de Cerro de Mercado y sobre todo aquella manta que alguien colocó en la calle constitución y Aquiles Serdán, en ello se leía lo siguiente: “generación del 66, generación de Titanes”. Quien la haya puesto nos quemó las alas antes de volar. Pues la culminación de aquel movimiento popular terminó en un vil chasco, en un burdo sainete. Este hecho fue premonitorio de lo que sería mi generación: nada de nada, un capítulo en blanco en los anales históricos de la localidad.

Y aquí estamos en pijamas esperando la muerte, sin haber conocido la gloria y lo que más duele, es que ni siquiera lo intentamos, pues era mil veces preferible haber desafiado la muerte y morir en el intento, que estar sano y cansado, esperando que lo entierren y nos liberen del infierno de vivir

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